Jenaro Ayala, una Historia Viviente de Los Mexicoamericanos en el Valle

Cuando Jenaro Ayala realiza trabajo político escribe su nombre con una “X”, indicando “Xenaro”.

“Cuando empezó el Movimiento Chicano estaba Malcom X trabajando con los Afroamericanos y me gustó esa idea de la X”, dice Ayala, quien durante más de 40 años ha escrito su nombre con una X.

Por más de cuatro décadas, su vida se ha enfocado en organizar a su comunidad, luchar por los derechos de los Mexico-Americanos y luego los Latinos en general. A sus 72 años, sigue apasionado y comprometido con la justicia social y corregir los errores del pasado, algo que su familia ha experimentando de primera mano aquí en el Valle de San Fernando, al haber vivido en el área por más de 100 años y a través de varias generaciones.

Durante ese tiempo, él y sus padres y abuelos han enfrentado racismo y discriminación. Es ese trato lo que lo llevó más tarde a una vida de activismo, coraje y perseverancia, todo lo cual se basa en la idea principal de Ayala:

“Solo una comunidad activa y organizada es respetada”, enfatiza.

Los desafíos y retos, así como también la valentía y el triunfo suyo y de su familia se cuentan en las fotografías de color sepia y blanco y negro donde uno puede ver los cambios en la Ciudad y todo el Valle de San Fernando, desde los tiempos cuando las minorías eran vistas como inferiores y la discriminación y segregaciónn era aceptadas como la norma, hasta la lucha por los derechos civiles en los años 60s, una lucha comunitaria que sigue realizando este hombre de 72 años.

Los Comienzos

Fue su bisabuela materna, Maria López Negrete, quien llegó al Valle a principios del siglo pasado. Ella venía de Arizona y trajó a sus hijos, incluyendo su hija Juliana López Negrete quien se casó con Demecio Ayala, un migrante mexicano recién llegado.

La familia se estableció en lo que se conocía entonces como la “sección mexicana” de la Ciudad de San Fernando, que cubría gran parte de la zona Este de la Ciudad. La línea ferroviaria separaba a la sección mexicana y anglo.

Un canal de agua corría sobre toda la calle Workman donde los niños solían jugar. El centro comercial donde se ubica la estación de Greyhound era un basurero.

A medida que la familia crecía, varios de ellos se establecieron sobre la calle Hewitt.

La Iglesia Santa Rosa de Lima era entonces una estrucutura de adobe y una tienda llamada “La Mexicana” estaba al lado, atendiendo las necesidades de las personas que vivían en esa área.

Su abuelo Demecio prosperó en Estados Unidos. Tenía dos casas y llevaba a sus animales a pastear a lo que ahora es el Parque Las Palmas. Una vieja fotografía muestra al padre de Ayala, David Canchola Ayala, de adolescente junto con animales en este lugar.

La Repatriación de los Años 30s

Pero para 1931 la retórica y los sentimientos antimexicanos ganan fuerza en el país a medida que avanzaba la Gran Depresión y la gente buscaba los pocos trabajos disponibles. Hasta los Mexicoamericanos que habían vivido en Estados Unidos por varias generaciones eran vistos como extranjeros y no eran bienvenidos.

Mucha gente decidió quedarse, a pesar de todo. Pero la presión fue demasiado para el abuelo de Ayala que decidió irse, llevando a su familia a México.

En ese viaje, los abuelos de Ayala perdieron a tres de sus seis hijos, quienes murieron de hambre, dijo Ayala.

La familia fue a vivir a la Ciudad de México, donde no tenían familia, un trabajo ni recursos. El padre de Ayala tenía entonces 9 años y no hablabla español. La difícil situación que enfrentaban lo obligó a empezar a trabajar para ayudar a la familia.

Diez años más tarde, en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, y de “manera irónica” dijo Ayala, su padre recibió la notificación para unirse a las fuerzas armadas de Estados Unidos, que ahora necesitaba a todos sus ciudadanos, incluso aquellos que había expulsado.

El padre de Ayala decidió regresar, pero no así su abuelo, quien todavía molesto por el trato que recibió en Estados Unidos, nunca retornó.

“Lo más cerca que llegó fue Tijuana”, contó Ayala.

David Canchola Ayala sirvió en el Ejército. Para entonces tenía una esposa, Rosa González, y un hijo mexicano, Ayala, quienes se quedaron en México hasta después que regresó de la Guerra.

En 1947, Ayala, que contaba con apenas 4 años, vino a lo que sería su nuevo país, Estados Unidos.

Discriminación

La familia vivió en Los Angeles por un poco tiempo antes de mudarse a vivir a una casa sobre la calle Vaughn. La escuela más cercana era Morningside en San Fernando, pero en ese tiempo, era la primaria “anglo” y los administradores de la escuela le dijeron al padre de Ayala que debía llevar a su hijo a la escuela primaria Pacoima.

“Mi papá les dijo que no. El dijo que había peleado por este país y que no podían decirle dónde enviar a su hijo a la escuela”, relató Ayala.

Su padre consiguió su propósito al final “y yo fui el único mexicano en la escuela”, dijo. Una fotografía de la escuela muestra a Ayala en medio de un mar de caras blancas de sus compañeros.

Su casa sobre la calle Vaughn era apenas una de tres en esa zona. No había postes de luz eléctrica, banquetas ni calles pavimentadas.

Las oficinas de Verizon sobre la calle Herrick era un rancho de caballos. Ayala solía detenerse ahí para ver a los animales en su camino a la escuela. Desde ahí, las cosas cambiaban ya que uno se metía en la zona anglo de la Ciudad de San Fernando, donde las casas tenían jardines bien cuidados, había luz en las calles y bellas casas.

“Hasta los pajaritos estaban mejor”, dijo Ayala.

Los mexicanos tenían prohibida la entrada al restaurante “Pancake Heaven” y el restaurante James era un “car hop” donde las meseras te llevaban la comida hasta el auto. Pero adolescentes anglos solían confrontar a Ayala y sus amigos cuando los veían ahí preguntándoles qué hacían en el “lado equivocado” de la ciudad.

También había tres cines en San Fernando, uno para mexicanos (San Fernando), uno de mezcla (El Rio) y el Crest que era exclusivo para anglos.

“Cuando ibas ahí (al Crest), ponían a los mexicanos y los afroamericanos en el balcón. Todos los asientos buenos eran para los gringos”, Ayala relató.

La discriminación también se extendía a la alberca del parque Recreación de San Fernando. Las minorías sólo podían ir a bañarse los jueves ya que la piscina se lavaba los viernes y podían “deshacerse de los gérmenes de las minorías” antes de abrirla al público en general el resto de la semana.

Después de la primaria Morningside, Ayala asitió a San Fernando Junior High y luego San Fernando High School. En una de sus fotos aparece él como uno de los miembros del equipo de atletismo de la escuela.

Cuando estaba a punto de graduarse, su consejero le dijo a Ayala que buscara alguna “profesión”, ya que sus grados no le permitirían ir a la Universidad, a pesar de que este era su deseo.

Así que después de trabajar en diferentes lugares por poco tiempo, encontró un trabajo bien pagado en la planta GM del bulevar Van Nuys en 1963. Muchos pensaron que la tenía hecha ahí, pero Ayala trabajaba el turno de la noche y se sentía insatisfecho.

En 1965 Ayala recibió su notificación para unirse a las fuerzas armadas y pasó un par de años sirviendo en una clínica del Ejército en Alemania como oficial médico. Afortunadamente, nunca fue a Vietnam, algo a lo que él se oponía de forma vehemente.

El Activismo y el Movimiento Chicano

Al terminar su servicio militar en 1967, Ayala retornó a un país cambiado por completo.

En 1968 se registró para tomar clases en Los Angeles Valley College y luego en San Fernando Valley State (ahora la Universidad Estatal de California Northridge, CSUN) donde estudió Arte, Historia y Español y obtuvo credenciales para enseñar en esos tres temas.

Pero era el punto álgido del movimiento de lucha por los derechos civiles y los Chicanos luchaban por los suyos.

“Llegué en el momento corrrecto”, dijo Ayala, quien se unió al Movimiento Chicano con todo ahínco.

Estuvo en la marcha del Chicano Moratorium en el Este de Los Angeles en 1970 donde falleció el periodista Rubén Salazar y en 1971 ayudó a establecer el capítulo del Valle de San Fernando de la organización La Raza Unida, un grupo que se fundó en 1970 y que tenía oficinas en San Francisco, Texas y Colorado. La organización tenía en su tiempo la misma importancia del Sindicato de Trabajadores Campesinos (UFW) y hasta César Chávez animaba a los mexicoamericanos a unirse al grupo.

Ayala también fue parte del capítulo de MEChA (Movimiento Estudiantil Chican@ de Aztlán) en Los Angeles Valley Cpollege. Mecha también se fundó en 1970, “un año muy importante”, indicó Ayala, mientras mostraba una fotografía que lo muestra sosteniendo un cartel de ese grupo durante un desfile en la ciudad de San Fernando.

“Era un tiempo de un gran dinamismo, muy exitosa en la organización del pueblo y donde tomamos al sistema por sopresa y a veces el sistema reaccionaba violentamente”, dijo Ayala al recordar esta era

Su activismo y el de su hermano Jimmy generó gran interés de las agencias del orden.

Tres policías encubiertos infiltraron las oficinas de La Raza Unida en San Fernando para reportar sobre sus actividades. Dos de ellos luego fueron identificados como Aggie Moreno y Joe Ramírez, cuando el grupo se unió a una demanda por parte de otras organizaciones civiles en contra del gobierno.

A Ayala le impactó en particular descubrir que Ramírez era un agente del Departamento de Policía de Los Angeles porque éste era un buen amigo de su hermano y pasó mucho tiempo en su casa y hasta estuvo en la boda de su hermana.

“El comió menudo con nosotros y luego supimos que era un policía, eso dolió”, admitió.

Pero la Policía nunca tuvo nada contra ellos ni tampoco hizo ningún arresto, “porque todo lo que hicimos fue organizar al pueblo”, dijo Ayala.

Ayala también incursionó en la política y se postuló en dos ocasiones para el Concilio Municipal de la ciudad de San Fernando a finales de los años 70s y principiios de los 80s, pero falló en ambas ocasiones.

“Sabía que no tenía oportunidad de ganar, pero teníamos que intentarlo”, dijo Ayala, quien indicó que el Consejo estaba compuesto por personas anglo en ese tiempo.

Vida y Trabajo

Hoy en día, Ayala vive cerca del lugar donde creció. Se casó con Martha Martínez, la mujer que conoció en la adolescencia durante los viajes que hacía anualmente a la Ciudad de México con su madre. Pero hasta esa relación tiene su propia historia. Él y su esposa se conocieron cuando ambos tenían 14 años, pero no se casaron hasta que tenían 35. Durante casi 20 años mantuvieron la comunicación y se escribían, aunque cada quien seguía su vida de forma independiente, aunque nunca fueron novios de la forma tradicional. Aún así, siguen cansados después de varias décadas de unión y procrearon dos hijos.

Al graduarse de la universidad, Ayala trabajó por 20 añs en la escuela intermedia Pacoima y luego en la secundaria San Fernando de donde se jubiló en el año 2003, pero su lucha comunitaria continúa hasta hoy.

Todavía es miembro de La Raza Unida y los últimos años ha organizado una marcha en Pacoima conmemorando el Chicano Moratorium.

Recientemente, el grupo se ha unido en la defensa de otras causas, como la defensa de los vendedores ambulantes ante el abuso policial y ayudando a crear Communities Against Displacement, una coalición que va en contra del proyecto del Tren de Alta Velocidad que pasaría por varias comunidades y la Ciudad de San Fernando. El proyecto es visto por muchos en la comunidad como algo que significaría el desplazamiento de familias enteras a lo largo de la ruta.

Ayala dijo que su deseo continúa siendo que la comunidad se organice.

“Todavía hay mucho por hacer. Las cosas han cambiado, pero no están tan mejores que deberías parar de luchar”, indicó.

Los mexicoamericanos y Latinos en general todavía enfrentan desventajas en cuanto a empleos, educación y otros temas sociales. Es por eso que Ayala se mantiene activo.

“Pero necesitamos nuevos líderes que forgen nuevos caminos para llegar a la meta final, la dignidad y el respeto”, dijo.