M. Terry / El Sol

Claudia Ramos aprecia la oportunidad de jugar basquetbol en la Universidad Estatal de California, Northridge.

El equipo de basquetbol femenino de la Universidad Estatal de California, Northridge (CSUN), es un grupo muy joven esta temporada, lo que tiene sentido después que se graduaron las integrantes que componían el núcleo de la escuadra que ganó títulos consecutivos de la Conferencia Big West en los últimos años.

Los dolores de crecimiento que se esperaban han sido solo eso – dolores, como lo demuestra un registro de 2-12 antes de que las Matadors empiecen sus partidos de conferencia en casa esta noche, 7 de enero, en contra de UC Davis.

Pero hay historias intrigantes que empiezan a sobresalir en este equipo que – con sólo una estudiante de último año – probablemente le tome otro año para llegar a ser verdaderamente bueno. Hay cuatro jugadores internacionales – la líder de canastas Tessa Boagni de Nueva Zelanda, Jordan Smith de Australia, Caroline Gilling de Dinamarca y un talento precoz de México llamada Claudia Ramos.

Ramos, de 18 años y quien mide 6-0 de estatura, llegó a la quinteta titular en el tercer partido y se ha mantenido ahí promediando un poco menos de 21 minutos por juego. Al igual que muchas jugadoras de primer año, ella tiene días buenos y malos mientras se ajusta a la rapidez y el estilo del deporte que se practica en Estados Unidos. Es más rápido y físico de lo que está acostumbrada en Zapopan, parte de la ciudad de Guadalajara en el estado de Jalisco, México.

Los dos meses que ha estado en Estados Unidos ya han sido muy educativos, dijo Ramos.

“Era realmente diferente, el ritmo, la fisicalidad; no solo físico en que ‘debes empujar’, pero debes ser más fuerte físicamente para mantenerte con el ritmo del juego”, dijo Ramos.

“Ha requerido que piense más. Tuve que expandir mi sabiduría sobre basquetbol. En México, podía hacer cosas que los defensores aquí no me permiten hacer. Solía tener tanta libertad en la ofensiva porque no había tantas jugadoras buenas en la cancha. Aquí, no puedes tomar cinco dribbles (regates), hacer como si vas a tirar dos veces e intentar un fadeaway con tu mano izquierda, o algo así. Nunca he trabajado tan duro como me hacen trabajar aquí”.

Sus estadísticas parecen modestas – 6.0 puntos, 2.9 rebotes y 1.2 asistencias por partido. Pero esos números no cuentan toda la historia. Ella es la mayor amenaza de las Matadors desde los tres puntos (39 por ciento). Y ha mostrado señales de lo que es posible: 18 puntos (su máximo hasta ahora) en contra de Penn State el 27 de Noviembre, nueve rebotes (el más alto en lo que lleva con CSUN) en contra de Seattle el 2 de Enero. Y es el tipo de jugadora que le gusta y requiere el entrenador Jason Flowers — alguien que realmente quiere estar en Northridge.

Flowers vio un video de Ramos cuando jugó para el equipo nacional de menores de 17 años de México que participó en el campeonato mundial FIBA en la República Checa en 2014. La cinta le fue proveída por CMAS (Career Management Advisory Solutions group), un servicio de consultoría basado en México que conecta a estudiantes –atletas prospectos que buscan becas con entrenadores de Estados Unidos.

“Lo que me captó fue que jugaba bien en contra de una competencia buena”, dijo Flowers. “No fue que ella nada más envió videos de su equipo de secundaría (Tecnológico de Monterrey) en México. En el video la vi jugando en contra del equipo de menores de 18 años de Estados Unidos – y conozco bien a esas chicas. Para ella jugar en ese ambiente, y jugar bien en partidos internacionales… obviamente tiene talento”.

Pero a Flowers le sorprendió algo más. “Me impresionó su ambición y sus metas y objetivos. No solo te impresiona el impacto que ella quiere tener en el basquetbol, pero afuera del basquetbol aquí y en México. Me gusta estar alrededor de gente que tiene grandes sueños y metas. Y ella tiene una ética de trabajo que va con eso. Ahora tiene que ver con seguir el proceso, y ayudarla a llegar a donde quiere ir”.

Los diálogos entre Flowers y Ramos, via Skype, para reclutarla, tuvieron un toque similar. “Empecé a hablar con entrenadores, pero tan pronto como hablé con la entrenadora Flowers, fue como ‘wow, realmente quiere jugar para él’”, dijo ella.

Ayudó el hecho que el Valle de San Fernando tiene una gran población latina, que disminuyó la preocupación de los padres de Ramos, Claudia y Rafael, y su hermano mayor Héctor, quien viven en Zapopan.

“Claro que siempre voy a extrañar a mi familia; ellos son irremplazables”, dijo Ramos. “Pero tener una comunidad latina y la influencia hispana alrededor de aquí lo hizo más fácil. Tener un par de amigos que hablan español…poder ir a tiendas como Vallarta y sentirse como en casa. Son esos pequeños detalles lo que me dan la suerte de estar aquí”.

Pero el basquetbol es tanto la forma y el destino de Ramos. Ella dijo que quiere estudiar mercadeo, pero también economía o finanzas. Quiere jugar basquetbol – ya sea a nivel colegial o profesional – cuanto tiempo pueda. Y quizá decida entrar en los negocios.

En cierta manera, ella quiere dejar una huella. Podría ser aquí o en México. El haber visitado otros países y tener la oportunidad de seguir adelante con su educación, junto con un optimismo sin igual que viene con la juventud, ha ensanchado la perspectiva de Ramos al punto que ella busca alterar su horizonte cultura.

“Realmente quiero hacer un cambio en mi país, ya sea a través del basquetbol o cualquier otra influencia que pueda tener… siento que debe haber un cambio cultural completo”, dijo Ramos.

“[Ese pensamiento] se ha hecho más fuerte para mí desde que llegué aquí. He observado a la comunidad latina; somos la mayoría, somos fuertes, pero no actuamos de esa manera. Hay mucho que pasa. Pero tengo grandes sueños y veo un futuro brillante para mi país”.

Por ahora sus sueños están en la cancha.

“Le dijo al entrenador que quiero ser la mejor jugadora mexicana que haya jugado este deporte”, dijo Ramos.

¿Y qué de ser la mejor jugadora en general?

Los ojos de Ramos brillan.

“Ese es un gran objetivo”