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SACRAMENTO, California, EE.UU. (AP) — El agente penitenciario Scott Jones se despidió de su esposa con un beso el 8 de julio de 2011 y se fue a su trabajo en un penal de máxima seguridad en el desierto del noreste de California. Nunca regresó.

El cuerpo de Jones, de 36 años, apareció al día siguiente junto con una nota para explicar por qué se quitó la vida: “La culpa es del trabajo”.

El suicidio se ha vuelto notablemente frecuente entre los empleados penitenciarios de California, tanto en activo como retirados. El sindicato de guardias de cárceles cuenta 96 suicidios confirmados o presuntos entre sus miembros actuales y retirados de 1999 a 2015.

La tasa anual de suicidios entre miembros del sindicato excede la tasa de California de 10,3 por cada 100.000 personas en 13 de esos 17 años, de acuerdo con un análisis de las cifras efectuado por The Associated Press. La cifra llegó a 13 en 2012, cuatro veces la tasa general de suicidios para todo el estado.

Un estudio, el primer de su tipo en el país, coordinado entre el sindicato, el departamento penitenciario estatal y la Universidad de California, Berkeley trata de determinar las causas y qué hacer al respecto.

Los suicidios de presos han sido objeto de muchos estudios, pero hasta el momento se han realizado pocas investigaciones acerca de cómo el trabajo afecta a los agentes, dijo Amy Lerman, investigadora de Berkeley, y prácticamente ninguna sobre la manera de ayudarlos.

“Creo que esto refleja la conciencia creciente en el país de que el personal penitenciario y policial sufre este tipo de problemas y hay que tomarlo en serio”, dijo Lerman.

Alrededor del 10% de los guardias dicen que han pensado en el suicidio o lo han intentado, una tasa tres veces más alta que la de la población general de Estados Unidos, según datos provistos a la AP de una encuesta que abarcó a 8.300 de los 30.000 agentes penitenciarios y de libertad condicional de California.

Es aún más alta entre los guardias retirados: alrededor del 14%, similar al riesgo de suicidio entre veteranos de guerra.

La mitad de los agentes reveló al menos un síntoma de trastorno de estrés postraumático.

Los investigadores mencionaron la exposición frecuente de los agentes a situaciones de violencia y lesión, la percepción de peligro constante y la renuencia a hablar de sus experiencias traumáticas con familiares o terapeutas.