M. Terry / El Sol

El mundo sigue en estado de shock por la inesperada muerte de Kobe Bryant.

La leyenda del baloncesto, que ganó cinco campeonatos de NBA y fue un All-star 18 veces durante su carrera de 20 años con Los Angeles Lakers, fue uno de las nueve personas que murieron en un accidente de helicóptero en Calabasas el 26 de enero. Otras víctimas incluyendo a la hija de 13 años de Bryant, Gianna Maria-Onore Bryant.

Las emociones de un público angustiado y una base de admiradores permanecen en la superficie, necesitando solo un pinchazo de memoria o el último fragmento de “información actualizada” tratando de explicar qué sucedió para que amigos y extraños, famosos y no famosos, desata una nueva ola de lágrimas en entornos privados o estalla en cantos espontáneos de “Kobe, Kobe” en reuniones públicas.

Bryant, que tenía 41 años cuando murió, pasó de ser un talento adolescente extravagante reclutado en la escuela secundaria de Philadelphia a ser un joven adulto distante y, en ocasiones, contencioso, más respetado que admirado por su implacabilidad en la cancha y su ética de trabajo fanático y su carrera casi se descarriló por un incidente inapropiado temprano en Colorado, a un miembro del Salón de la Fama de primera votación más seguro. Llevaba dos números uniformes con los Lakers – 8 y 24 – y es el único jugador de los Lakers en tener dos números retirados por el equipo.

También se convirtió en un notable padre amoroso de cuatro hijas con su esposa Vanessa y una celebridad accesible que escribió libros infantiles superventas, fundó una compañía multimedia, ganó un Oscar como productor en 2018 por un cortometraje animado “Dear Basketball”, y ayudó a armar una instalación de entrenamiento de última generación, la Academia de Deportes Mamba en Thousand Oaks, donde entrenó a uno de los equipos de baloncesto de Gianna.

Ellos y las otras víctimas estaban en camino a un juego de torneo cuando ocurrió la tragedia.

Cuando Bryant aprendió a aceptar su lado generoso y se mostró más dispuesto a conectarse con la gente, el público, especialmente en Los Ángeles, lo amó y lo idolatraron. A pesar de que Bryant jugó su último partido de la NBA en 2016, la “Black Mamba”, como se le conocía, continuó inspirando y motivando a los fanáticos y atletas a nivel local y mundial.

Ahora, el resto de nosotros lidiamos con la forma en que elegiremos reconocer sus logros y reconocer su fallecimiento.