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SAN SALVADOR, El Salvador (AP) — El obispo auxiliar de San Salvador, monseñor Gregorio Rosa Chávez, dijo el martes que la Iglesia católica no ha renunciado a que se investigue el asesinato del arzobispo mártir Oscar Arnulfo Romero.

“El proceso (de investigación) es necesario hacerlo”, dijo Rosa Chávez en un programa de la televisión nacional. Romero fue beatificado el sábado en una multitudinaria ceremonia en la capital salvadoreña.

Recordó que la Iglesia acudió a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, que condenó al gobierno salvadoreño, para que se reabriera la causa judicial y se aplicaran acciones reparadoras.

En marzo de 2010 el entonces presidente Mauricio Funes (2009-2014) reconoció la responsabilidad histórica del Estado en el asesinato de monseñor Romero, que aseguró “fue víctima de la violencia ilegal que perpetró un escuadrón de la muerte” y pidió perdón por el magnicidio.

Pero está pendiente la derogación de una ley de amnistía que impide que sean juzgados los involucrados en el crimen.

Rosa Chávez recordó que cuando se presentaron ante la Corte Interamericana plantearon “queremos perdonar, pero hay dos condiciones, la verdad y la justicia, que se reconozca qué pasó y que se haga justicia”.

Recientemente grupos civiles pidieron a la Fiscalía General de la República que se reabra la investigación del asesinato de Romero y que se derogue la ley de amnistía.

Romero fue asesinado mientras oficiaba misa el 24 de marzo de 1980 cuando un desconocido le disparó al corazón desde un vehículo estacionado frente a la entrada principal de una capilla de un hospital para enfermos de cáncer.

Un informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas, creada poco después de los acuerdos de paz, determinó que el autor intelectual del crimen fue el mayor Roberto d’Aubuisson, fundador del partido derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) que gobernó el país durante 20 años (1989-2009).

Rosa Chávez también se refirió a la presencia del hijo de d*Aubuisson en la ceremonia de beatificación de Romero y afirmó que “fue valiente porque él se exponía a ser ofendido y de hecho fue ofendido”, pero dijo que era un paso en el camino hacia la reconciliación. “Los que nos sentimos ofendidos tenemos que ser humildes. Yo estoy contento con esta presencia porque fue un gesto hermoso y habrá muchos más”.

Afirmó que quienes atacaron a Romero se están acercando a su tumba a pedir perdón, “porque muchos lo acusaron sin nunca haber leído nada de él”.

Beatificación

Una multitud de feligreses se congregó el sábado desde primeras horas de la madrugada, en la plaza El Salvador del Mundo, en San Salvador, para celebrar la beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado por un francotirador cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital Divina Providencia de San Salvador, el 24 de marzo de 1980.

La ceremonia comenzó con la entrada de unos 1.400 sacerdotes a las 10:00 am, hora local. Los celebrantes se reunieron a tempranas horas en el seminario San José de la Montaña para llegar hasta el epicentro del acto. Al comienzo de la multitudinaria misa tuvo lugar el rito de beatificación.

Luego de que el representante del Santo Padre y cardenal Angelo Amato diera unas palabras de bienvenida, el postulador de la Causa, monseñor Vicenzo Paglia, se encargó de leer una breve biografía de la vida y martirio del obispo salvadoreño.

“Romero sintió el amor del pueblo. Fue para su país e iglesia entera un pastor que defendió a los pobres”, leyó el postulador.

Finalmente, Amato leyó una carta en latín enviada por el papa Francisco para la ceremonia, que facultaba a Romero como beato.

En la ceremonia estuvieron presentes el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, ministros de gobierno, representantes internacionales, algunos diputados y alcaldes. Entre los mandatarios que asistieron están Juan Carlos Varela, de Panamá; Juan Orlando Hernández, de Honduras, y Rafael Correa, de Ecuador.

Las delegaciones de miles de parroquias del interior del país y otras naciones centroamericanas se reunieron con banderas amarillas y blancas, los colores del Vaticano. También llegaron devotos de Romero, desde países como Honduras, México, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Brasil, Nicaragua, Ecuador, Chile y Perú.

La Voz de la Denuncia

En los alrededores de la plaza desde el viernes en la noch se celebró una vigilia con la participación de sacerdotes y también misa oficiada por el cardenal hondureño, Oscar Rodríguez Maradiaga.

“Podrán matar al profeta, pero no la voz de la justicia, su voz nunca la van a callar”, entonaron los feligreses de la parroquia de la Señora de La Asunción, de uno de los suburbios del norte de la capital.

“Sus palabras quedarán para la eternidad”, dijo a la agencia AP Marlene Sánchez, una empleada de 26 años de edad.

Sentado en la acera, Andrés Valiente, de 73 años, recordó sus épocas de sindicalista de la industria metalúrgica cuando le pedía a su esposa que prendiera la radio para escuchar las homilías de monseñor Romero. “Él anunciaba y denunciaba. Él era un obispo que no solamente predicaba desde el púlpito. Él iba a las comunidades y hablaba con los campesinos y trabajadores de la ciudad. De verdad, yo lo extraño”.

El jesuita José María Tojeira afirmó a El País que en la época de los setenta, en El Salvador, “la política oficial era corrupta, explotadora y criminal; que monseñor Romero denunciara esto fue una labor totalmente evangélica. Hay documentos de la Iglesia que te piden que el obispo sea profeta de justicia donde hay guerra de poderosos contra débiles”.