Hace un año, la hondureña Ana (quien no quiso dar su apellido) pasó dos semanas viajando en bus desde su país y a través de México, durmiendo en moteles baratos y tratando de evitar caer en manos de las autoridades migratorias mexicanas antes de alcanzar la frontera de Estados Unidos en el área de McAllen, Texas donde fue detenida junto con su hija Bessy de entonces 4 años.
Ella decidió dejar su país, dijo, ya que estaba cansada del abuso doméstico del que era víctima por parte de su esposo — padre de su hija menor. De hecho, relató que fue debido a casos de maltrato que este hombre fue deportado de España donde ellos vivieron por seis años.
Un día que él salió, ella tomó a su hija Bessy y huyó. En Honduras quedaron sus otros cuatro hijos, de entre 15 y 22 años producto de un matrimonio anterior con un policía que fue asesinado por bandas criminales.
Ana y su hija fueron parte de la ola de familias migrantes que saturaron y rebasaron los centros migratorios del país el verano pasado. Estas familias llegaron hasta la frontera con Estados Unidos intentando escapar de la violencia rampante en sus países, la falta de empleo y recursos para mantenerse. Como muchas otras madres, Ana consideró que la única forma de asegurar la supervivencia de su familia era hacer el peligroso viaje ilegal hacia Estados Unidos.
Después de ser detenida en la frontera por autoridades migratorias, ella y su hija pasaron una semana en condiciones de hacinamiento en un centro detención migratorio junto a otras madres y sus pequeños hijos.
“Nos trataban como perros. Llorábamos ahí”, recordó la mujer de 43 años que ya en dos ocasiones antes había intentado llegar a Estados Unidos de forma ilegal. En ambas ocasiones fue arrestada y deportada.
Lo que mas recuerda del centro migratorio es el frío.
“La comida que nos daban estaba fría, un sandwich de mortadela, y uno tenía que dormir en el suelo”, dijo.
Era tan frío en ese centro, conto, que termino perdiendo la voz.
“Había mucha gente sufriendo ahí. Todos queríamos salir”, agregó.
Ella y su hija salieron libres al final de una semana y luego vino a Los Angeles para encontrarse con familiares.
Centro Para Refugiados Abre en North Hills
Ana es el tipo de personas que la Misión de la Iglesia Metodista de North Hills quiere ayudar. El fin de semana pasado, ella y Bessy llegaron hasta este lugar donde las recibieron con los brazos abiertos.
La Iglesia abrió este pasado sábado 25 de Julio el Centro de Bienvenida para Niños Refugiados “No Estas Solo”, el primero de su tipo en Valle de San Fernando.
El propósito del centro es proveer información y referencias a ayuda médica, dental y consejería a aquellos que han llegado al país recientemente. También pueden recibir ayuda legal y artículos de emergencia como son alimentos, implementos de higiene personal, cobijas, útiles escolares, tarjetas telefónicas, y juguetes y libros para niños. Además, pueden recibir apoyo moral y espiritual mientras navegan un sistema y país desconocido para ellos.
Pero el centro no puede proveerles albergue.
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El Reverendo Fred Norris, pastor de la Iglesia Metodista de North Hills, dijo que hay 300 niños migrantes que arribaron el año pasado y que viven actualmente en el Valle de San Fernando. Muchos mas pudieran llegar luego del fallo reciente de un juez federal.
“Pero no sabemos dónde están porque el Gobierno no te lo dice. Por eso esperamos hacer suficiente bulla y que vengan con nosotros. Estamos listos para ayudarlos”.
De interés particular para Norris es que las familias migrantes recién llegadas obtengan la ayuda legal que necesitan con sus casos migratorios.
El indica que una gran parte de estos niños y familias quizá calificarían para estatus de refugiados si reciben una buena representación legal. Muchos de ellos han sufrido violencia inimaginable en sus países y debieron abandonarlos por miedo a morir a manos de pandillas, en algunos casos.
Ese es el tipo de ayuda que quieren proveer a Ana, quien no tiene un abogado.
Ella todavía teme por la vida de sus cuatro hijos y su padre anciano que quedaron en Honduras y trata de enviarles tanto dinero como puede de lo que gana limpiando oficinas por la noche.
Con esos ingresos también debe pagar los $5,000 que aún debe por el viaje ilegal a Estados Unidos, pero tiene esperanzas sobre su futuro.
“Yo solo quiero trabajar y ayudar a mis hijos”, dijo.
Dictamen Federal
Pero la historia de Ana no es única. Cientos de, en su mayoría, madres y sus hijos procedentes de Centroamérica, siguen retenidos en centros de detención migratorios. En algunos casos estas familias pasan ahí semanas y hasta meses, algo que activistas pro-inmigrantes han denunciado como inhumano.
Ahora esperan que una decisión legal reciente cambie las vidas de estas personas.
Un juez federal emitió este pasado viernes que dice que el sistema actual del Departamento de Justicia de detener a los niños migrantes con sus madres tras haber cruzado la frontera entre México y Estados Unidos viola un acuerdo judicial con 18 años de antigüedad.
La decisión tomada el viernes por la juez de distrito Dolly Gee en California es una victoria para los defensores de los derechos de los migrantes que llevaron el caso ante los tribunales, pero todavía no está claro qué implicaciones inmediatas tendrá para los detenidos. La sentencia confirma una decisión previa tomada por Gee en abril y llega una semana después de que las partes le comunicaran su incapacidad para alcanzar un nuevo acuerdo tal y como les había pedido. Un acuerdo de 1997 sobre el tema prohíbe que los niños migrantes sean retenidos en instalaciones sin licencia. Gee dijo que este acuerdo afecta a todos los menores custodiados por autoridades federales de inmigración, incluso quienes están detenidos con alguno de sus progenitores.
El gobierno federal había argumentado que era necesario modificar el acuerdo y emplear las detenciones con el fin de disuadir a los migrantes de que crucen la frontera y que era importante mantener unidas a las familias mientras se revisan sus casos, pero la jueza rechazó este argumento en su fallo del viernes.
Para Ana, quien vivió por seis años en España antes de venir a Estados Unidos, la decisión de la juez federal es justa porque dijo que los centros de detención migratoria no son un lugar para mujeres y niños.
“Se sufre mucho ahí”, dijo.
Para más información, visita el Centro de Refugiados ‘No estás solo’ en la Misión de la Iglesia Metodista Unida de North Hills, 15435 Rayen Street, North Hills, 91343/ (747) 529-4783