Vida y muerte. La realidad y la magia. Color y blanco y negro.
Cuando se trata de la relación de México con la muerte, las líneas no son rectas y se mueven a medida que la tradición se mezcla con la modernidad. Esto es evidente en la película número uno en los cines estadounidenses de esta semana, “Coco”, la cinta animada de Pixar que centra su atención en una de las celebraciones más singulares del vecino del sur, el Día de los Muertos.
El campeón de la taquilla sigue a un niño aspirante a músico que accidentalmente entra en la tierra de los muertos y descubre su historia familiar secreta, encontrando a lo largo del camino personajes que lo llevan hacia su propósito, incluyendo un perro vagabundo, un Xoloitzcuintli (el perro sin pelo de los Aztecas) llamado Dante que resulta ser un alebrije, o su guía espiritual.
Los alebrijes, a menudo creados a base de madera o papel maché, son criaturas que mezclan animales con formas maravillosas. Son extrañamente bellos y coloridos, un arte de las tierras indígenas del sur de México que pasa de generación en generación y que sirve no sólo como una fuente de ingresos para los artesanos que los fabrican, sino también tienen un significado espiritual profundamente arraigado.
“En la cultura zapoteca, ellos (los alebrijes) representan nuestros sueños, nuestra imaginación”, dice Paul Blas, un artesano oaxaqueño que se especializa en la creación de estas piezas de arte y máscaras.
Los zapotecos también creen en “nahuales” (guardianes espirituales y guías para cada persona).
“En el pueblo de las montañas de donde venimos, cuando nace un niño tiramos ceniza sobre los techos o alrededor de las casas para que se revele la identidad del animal guardián de esa persona”, explica Blas.
“Puede ser un águila, un perro, un gato”, añade.
Y esos animales guardianes son entonces elaborados en madera por artesanos que los representan creando alebrijes y máscaras.
“Cada pieza que creamos es única, ninguna se repite”, dice Blas. “Cada árbol y raíz es diferente, al igual que una persona”.
Blas comparte que su nahual es un camaleón, que le encaja bien porque define la creatividad, el coraje y la adaptabilidad que él muestra como un creador de alebrijes.
Una tradición familiar
Blas, de 26 años, que esta de visita en Los Ángeles por primera vez este mes, procede de San Pedro Cajonos en la región de la Sierra Norte de Oaxaca.
Aprendió a hacer los alebrijes de su familia, que han estado haciendo estas piezas durante los últimos 40 años.
Ha venido trabajando en la madera desde que tiene memoria. Los cortes, las cicatrices y las manchas en sus manos dan testimonio de esto.
“Nací entre los troncos de los árboles de copal”, dice.
Su especialidad son las máscaras y alebrijes que se hacen para los bailarines en su comunidad. Las máscaras representan los guías nahuales o espirituales de la persona.
“Tratamos de darles las formas de los animales y los pintamos con tintes naturales”, dice de estas creaciones.
La madera preferida utilizada para producirlos es el zonpantle, una madera blanda y maleable.
“Los usamos para nuestros rituales en las sierra donde hablamos con la naturaleza y bailamos, bailamos para nuestros dioses y usamos las máscaras”, explica Blas.
Aprendió el arte de sus padres – Paulino Blas y María Tomás. Su padre cortaba y moldeaba las figuras, su madre las pintaba. Cuando tenía 7 años de edad, él empezó a pintarlos también. Sus hermanos y hermanas también trabajan en esto.
Él dice que al principio ni siquiera entendía qué eran las criaturas que estaba haciendo. Era “sólo una manera de dar vida a esas criaturas que veía en mis sueños”, dice
“Los americanos que iban al pueblo decían ‘es un dragón’, yo no lo sabía”, dice Blas, quien describe a los alebrijes como “varios animales en un mismo cuerpo”.
Las piezas coloridas también tienen un significado.
“La esencia de nuestro trabajo es la felicidad que queremos imprimir en ellos, el color y la vida que ponemos en cada uno de ellos”, dice.
“Coco” y los alebrijes
Los que salen de ver la película “Coco” en el Teatro El Capitan de Hollywood se topan con los alebrijes que ofrece Blas, quien las últimas semanas ha puesto una mesa con sus obras ahí. Los fines de semana, puedes encontrarlo en la Placita Olvera.
Le toma una semana crear cada pieza. Es un trabajo difícil y peligroso que incluye machetes, cuchillos y otros instrumentos afilados para darle forma a la madera.
“A veces las ramas son muy caprichosas”, dice Blas.
Las brochas las hacen de plumas de guajolote (pavo) y pelo de gato.
“Como artesano, desde el momento en que encuentras una raíz o cualquier parte de un árbol, ya proyectas lo que va a ser, ves a un lobo aullando, un dragón comiendo una serpiente, un ave”.
Blas dice que le gusta la película, pero que le gustaría verla en español para tener un mejor sentido de las palabras. Lo que más le gusta de ella es que resalta su arte a audiencias que tal vez no lo conozcan y espera que eso signifique que más gente quiera comprarlas.
“Transmite la esencia de lo que es un alebrije, la relación entre un nahual y una persona, una guía que ayuda a cada persona a alcanzar su misión en la vida”, dice de la cinta.
Agrega que también le gusta la forma en que se presenta el Día de los Muertos, una celebración lo abarca todo en la tierra donde creció.
Cada 2 de Noviembre, se pueden encontrar altares en cada casa. Los preparativos comienzan el día anterior, cuando matan los pavos para hacerlos en mole, junto con tamales de frijol y champurrado.
También colocan caña de azúcar, naranjas y otras frutas autóctonas de sus campos, junto con mezcal (licor), cigarrillos, Tepache (una bebida fermentada) y copal (incienso).
Todo esto acompaña las fotografías de los difuntos.
“Es una gran celebración para nuestros seres queridos que han muerto, con la ilusión de que regresan y comen lo que les ofrecemos”, dice Blas.
De hecho, resalta que luego tiran todas las frutas y alimentos porque “los espíritus que vienen se llevan su sabor con ellos”.
Toda esa mezcla de tradición, espiritualidad y arte es lo que Blas trae a este lado de la frontera.
“Buscamos oportunidades y lugares donde valoren el trabajo hecho a mano”, dice este hombre que ha creado Alebrijes Blas, un mercado de Internet para las creaciones de 16 familias cuya “pasión, creatividad y originalidad que los caracteriza, expresan, transmiten y difunden la cultura zapoteca a través del tallado en madera de figuras fantásticas”.
Porque al final, eso es lo que es un alebrije, “un sentimiento tallado en madera”, dice Blas.
Para ver algunas de sus obras de arte, visite alebrijesblas.com.