Por Rudy Acuña
Especial para el San Fernando Valley Sun/el Sol
Nota del editor: Armando Navarro, quien murió el 25 de marzo a la edad de 80 años, era conocido en numerosas comunidades y universidades como estudioso de las ciencias políticas, organizador y activista. El trabajo de su vida estuvo dedicado a defender los derechos de los latinos e inmigrantes. Apoyó y creyó en la necesidad de un sistema de terceros y fue uno de los primeros fundadores del Partido La Raza Unida. También estuvo involucrado en la lucha por la redistribución de distritos para lograr representación política.
Su alcance se extendió más allá de los Estados Unidos al organizar giras internacionales que intercambiaban directamente conversaciones políticas. Como profesor, inspiró a decenas de estudiantes con sus relatos de primera mano sobre cómo creció en el barrio de Rancho Cucamonga. Compartió su experiencia personal como teniente del ejército de los EE. UU. y se puso de pie para realizar contraprotestas contra las redadas de la patrulla fronteriza del KKK y los Minutemen. Durante su carrera académica, y muy conocido por su análisis, publicó siete libros y completó su octavo libro antes de su fallecimiento. Su trabajo publicado proporcionó su perspectiva sobre el Movimiento Chicano, el impacto del capitalismo global y la polarización social y económica de la política mexicana y latina en el siglo XXI.
Cuando era niño, mi padre me dijo que podía perderme una ceremonia de matrimonio, un bautizo o incluso una graduación, pero nunca perderme un funeral.
Bueno, son tiempos difíciles y la pandemia ha pasado factura. Sin embargo, la importancia de Armando Navarro es aún más relevante. Somos una sociedad de críticos y pocas veces pensamos en cómo aumentan nuestros deberes a raíz de la muerte de nuestro colega.
Armando era indispensable. Una de las pocas personas que siempre estaba en movimiento. Quería provocar un cambio. No siempre estuve de acuerdo en que La Raza Unida era la solución, pero él estaba dispuesto a exponer la propuesta y discutirla.
Odiaba sus conferencias, pero casi siempre asistía a ellas porque sabía que eran importantes. El diálogo es esencial para el crecimiento de una comunidad.
Admito que odiaba asistir a ellos porque sabía que, si tenía una pelea con alguien, esa persona estaría allí. Armando fue una de las primeras personas en practicar la estrategia de la “gran carpa” porque sabía que era la mejor manera de correr la voz. Los temas variaron desde la guerra en Vietnam hasta la redistribución de distritos a través de la inmigración.
Eran sobre cualquier cosa que nos afectara.
Cuesta mucho anunciar una conferencia. El lugar, las llamadas telefónicas y el periódico. En los últimos años se hizo más efectivo con la ayuda de su alma gemela Mariana y un núcleo de estudiantes de la UCR. Hacía cientos de llamadas. “Rudy, habla Armando, tenemos que organizarnos”.
Su primera obra importante fue un libro sobre La Raza Unida y José Ángel Gutiérrez, por lo que lo apodé Dr. Frankenstein. Hasta el final creyó en el tercero, en el que muchos perdimos la fe. Armando era un manojo de energía que a veces acomplejaba a las personas que no querían sentir por no hacer su parte.
Armando se basaría en diferentes personajes; cuando salió la película “Rocky”, se convirtió en Rocky para muchos de nosotros. Cuando demostraba con Herman Baca en San Isidro, lo incité a hacer cien flexiones frente a la aduana que cruza hacia Tijuana. Nunca lo visité mucho; él vivía en Riverside, en lo que mi madre solía llamar “El Quinto Demonio.”
El viaje con él que más recuerdo es el de Cuba. Fue uno de los mejores grupos con los que he viajado e incluía a Gerald Resendez. Muchos de nosotros estábamos nerviosos porque viajábamos sin visas. Armando asumió otra personalidad. Los cubanos lo llamaban el comandante. Empezó a despertarnos a las cinco de la mañana para hacer ejercicios y desayunar. Probablemente habría habido un motín si su compañera, Mariana, no hubiera intervenido.
Siempre recuerdo la amabilidad de Armando, Mariana y Lilia García. Tuve una convulsión diabética. Tenía miedo al infierno. El médico parecía un estudiante de 19 años. El bloqueo estadounidense había privado a los cubanos de jeringas y medicamentos. La atención no me costó un centavo.
Este año no se nos recordó el censo de diez años. No nos hemos reunido para no fulminarnos con el ceño, sino, lo que es más importante, para hablar sobre la frontera y la reforma migratoria.
Estados Unidos está listo para renovar otro capítulo en su guerra contra América Latina y Centroamérica. La conclusión es que EE. UU. es un país antiguo y seguramente traerá reemplazos blancos mientras continúa etiquetando a los del sur de la frontera como “ilegales”.
Como seguramente habría señalado Armando, debemos hablar con las personas que nos alimentan y pelean nuestras guerras; basta de la guerra en “Cómo se ganó Occidente”.
Armando está muerto. Así que depende de nosotros dejar de quejarnos y demostrar que tenemos amor propio. Así que organicémonos, recordando su enfoque de “gran carpa”.