Foto Cortesia de la Familia

El verano de 2018 es uno que Jacob Solorio, esperemos, nunca olvidará.

Pero en caso de que lo haga, su madre Imelda dijo que este era un verano que ella va a recordar.

Solorio, de 7 años, es un niño con Síndrome de Down, lo que significa que tiene un trastorno genético (causado por la presencia de toda o parte de una tercera copia del cromosoma 21) que se sabe que afecta el crecimiento físico, las características faciales y el desarrollo intelectual.

Según su madre, Solorio — el más joven de siete hijos de Imelda, Asistente de Salud del Distrito Escolar Unificado de Los Angeles, y Abraham, un soldador — no ha sido un participante entusiasta en muchos deportes juveniles organizados más allá de algunos en Olimpiadas Especiales. La familia, que vive en la frontera geográfica que separa Sylmar y la ciudad de San Fernando, se había puesto en contacto con varios entrenadores de la Liga de Baloncesto Recreacional de Verano para ver si consideraban agregar Solorio a su equipo. La recepción parecía tibia en el mejor de los casos.

Hasta que contactaron a Richard Arellano que entrena a niños de 7 y 8 años en el Centro Recreacional de Sylmar. El inmediatamente le dio la bienvenida a Solorio al equipo, aunque le tomara todo el verano para que Solorio lo creyera él mismo.

“Todo el mundo merece una oportunidad”, dijo Arellano, añadiendo que tiene una hermana con necesidades especiales después de que un grave accidente la dejó en una silla de ruedas.

La temporada para el equipo de Arellano comenzó en Junio, y terminó en Agosto. El récord total fue de tres victorias y cinco derrotas. Pero la mayor victoria, dijo Arellano, no fue en la cancha.

Fue que Solorio estuviera en el banquillo.

Era la primera vez que Solorio estaba en un banquillo para un deporte organizado, rodeado de compañeros de equipo que podía animar, y que a su vez estaban dispuestos a tratarlo como un compañero de equipo. Solorio comenzó la temporada viendo el equipo jugar desde las gradas con su familia. Pero a medida que avanzaba la temporada, se unió al resto de los jugadores en el banquillo y se sentó junto a Arellano.

Todos los que conocen a Solorio dicen que fue un gran avance.

“Mi hijo no es muy alto, tal vez 5’2” pulgadas”, dijo Imelda. “Otros niños podrían ser más agresivos con él, y eso lo asusta. Pero los entrenadores [en Sylmar] estaban dispuestos a trabajar con él. Querían que fuera parte del equipo”.

Solorio practicaría con el equipo. Él incluso tomaba disparos en la canasta, y encestaba algunos, pero sólo en la práctica. Él tomaba parte en las rutinas de calentamiento antes del partido.  Pero eso fue lo más lejos que Solorio iría.

Arellano dijo que los otros jugadores se involucraban con Solorio en la práctica y le animaban a disparar. “Tuve un gran grupo de niños. Ellos interactuaron con él, y sucedió de forma natural. Lo llamaban por su nombre, y le pasaban la pelota a él. El corría a la línea de tiro libre y disparaba. Y si encestaba, ganaba una rebanada de pizza.

“Al principio el ruido ensordecedor [del juego] en el gimnasio era duro para él. Pero hacia el final de la temporada no estaba cubriendo sus oídos. Hablé con él durante el partido, y le dije a su familia que haría lo mejor que pueda para conseguir que jugara”.

Pero, en última instancia, eso era algo que Solorio no estaba listo para intentar. 

“Entendí que no quería salir. Pero creo que dio un paso en la dirección correcta para ser parte del equipo. Cualquier tipo de implicación sería un avance con Jacob”, dijo el entrenador.

“Mi hijo siempre está apegado a mí, pero eventualmente pudo sentarse con el equipo y animarlos”, dijo Imelda. “Pero él no estaba cómodo jugando. Los entrenadores y director del parque eran inflexibles en no querer que los niños tuvieran miedo, y me dijeron que jugaría cuando estuviera listo. Yo estaba muy agradecida”.

Lo mejor estaba aún por venir. En el reciente banquete del equipo, a Solorio le dieron un trofeo junto con los otros jugadores.

“Ser parte de un equipo hace que [los niños como Solorio] se sientan especiales, y cuando obtuvo su trofeo fue emotivo”, dijo Imelda. “[Los niños como él] son parte de la sociedad. Y si no les permitimos estar expuestos a cosas como esta… Quiero decir que estoy muy agradecida. La alegría que tengo no puedo realmente poner en palabras”.

Arellano dijo que también se benefició de la experiencia.

“Fue una sensación grandiosa y maravillosa saber que era parte de algo”, dijo Arellano de Solorio. “Y lo volvería a hacer. Me gustaría ser más comprensivo con los niños. Pero si me pusieran en esa posición otra vez, estaría más que feliz de tomarla”.