Por la Dra. Ruth Carleton Lindo, MD, MPH, FAAP
Mientras escribo este editorial hoy, más de 1754 personas en el condado de Los Ángeles están hospitalizadas con Covid-19 y más de 403 están en la unidad de cuidados intensivos. 219 personas han sido ingresadas en el hospital desde ayer.
La realidad es que no estamos ni cerca del final de esta epidemia. Por lo contrario, las respuestas tardías y las medidas a medias han permitido que Covid-19 se propague y mute.
Los funcionarios gubernamentales y de salud pública han hecho el ojo pacho a los datos que muestran que las infecciones entre niños y adultos están acelerando, las vacunas que alguna vez fueron altamente efectivas disminuyen en eficacia con el tiempo y requieren refuerzo, y las nuevas variantes delta y lambda son altamente contagiosas y difícil de controlar.
Bajo el muy popular mantra de “reapertura”, los funcionarios públicos han manifestado repetidamente al público subestimaciones de la gravedad de la situación y han restado importancia a sus propios datos. En este momento, los niños no vacunados son enviados a la escuela con nada más que trozos de tela en la cara a pesar de que los datos publicados en línea por el departamento de salud pública del condado de Los Ángeles muestran un aumento del 900% en los casos de Covid 19 entre los niños y maestros de escuela desde principios de junio hasta finales de julio y las hospitalizaciones pediátricas se están disparando a nivel nacional.
Esta no es la primera vez que ha habido un desapego flagrante de la ciencia.
El CDC insistió al comienzo de la epidemia que las mascarillas no eran necesarias. Finalmente admitieron que necesitamos usar mascarillas para prevenir el contagio, pero luego alentaron a las personas a usar mascarillas de tela que solo eliminan el 20% de las partículas virales, en lugar de KN95 o KF94 que eliminan del 94 al 95% de las partículas.
Las mascarillas no son una declaración de moda, las mascarillas médicas tienen una capa electrostática que atrapa partículas virales y que las mascarillas de tela simplemente no pueden replicar. La insistencia en que usemos mascarillas ineficaces es un ejemplo de la falta de rigurosidad científica que ha conducido a muertes innecesarias.
Un ejemplo más reciente ha sido la tendencia de los funcionarios públicos a restar importancia a las infecciones por la variante delta entre las personas vacunadas. A principios de julio, Pfizer advirtió al gobierno que la inmunidad inducida por la inmunización está disminuyendo rápidamente y que se necesita inyecciones de refuerzo. Los datos provenientes de salud pública no tardaron en confirmar su valoración. Desde el 29 de junio ha habido un aumento semanal constante de infecciones entre las personas vacunadas. La semana pasada, en el condado de Los Ángeles, 5904 personas completamente vacunadas dieron positivo por coronavirus, 103 personas completamente vacunadas fueron hospitalizadas y 14 personas completamente vacunadas murieron. Esto es en solo una semana.
La respuesta inicial de los funcionarios de salud pública fue negar la necesidad de las vacunas de refuerzo e incluso hace tan solo tres días se hicieron declaraciones públicas de que “es posible que no necesitemos las vacunas de refuerzo durante años”. ¿Años? Según los datos, deberíamos haber tenido las vacunas de refuerzo hace meses.
Mientras tanto, se permitió caducar millones de dosis de vacunas no utilizadas mientras esperábamos obstinadamente a que las personas no vacunadas cambiaran de opinión. Estas dosis podrían haberse utilizado para inyecciones de refuerzo para personas que recibieron su primera dosis al comienzo de la epidemia o que no han desarrollado anticuerpos. Permitir que las preciosas dosis de vacuna se vayan a la basura en lugar de usarlas como refuerzos no es solo negligencia, es un comportamiento tremendamente irracional.
Estamos en una carrera por la supervivencia en este momento, y estamos perdiendo tiempo al permitir que las personas en la cima pretendan que la epidemia ha terminado para decirle al público lo que quieren escuchar. En lugar de aplacar el negacionismo, debemos adaptarnos haciendo los cambios necesarios en nuestras estrategias, nuestras vacunas y nuestra forma de vida.
Es urgente usar mascarillas que funcionen como KN95 o KF94 en lugar de mascarillas de tela ineficaces. Es deseable instalar sistemas de filtración de aire en los edificios públicos. Los niños deben mantenerse a salvo hasta que puedan ser vacunados.
El desarrollo de nuevas vacunas de mayor duración que sean más eficaces contra cepas variantes debe ser una prioridad absoluta. Mientras tanto, cada dosis de vacuna que tengamos disponible debería ir a un brazo, y no debería desperdiciarse ni una sola. Si los que no están vacunados no quieren salvarse, al menos debemos ayudar a los que quieren sobrevivir.
La Dr. Lindo trabaja actualmente como pediatra con la comunidad de inmigrantes aquí en Los Ángeles.
Fuentes
Hospitalizaciones
http://dashboard.publichealth.lacounty.gov/covid19_surveillance_dashboard/
Casos posteriores a la vacunación
http://publichealth.lacounty.gov/media/coronavirus/data/reopening-dashboard.htm
Casos del sector educativo
http://publichealth.lacounty.gov/media/coronavirus/data/reopening-dashboard.htm.